MEDICINA BASADA EN LA
EVIDENCIA vs GESTIÓN SANITARIA BASADA EN LA IMPROVISACIÓN
Si
algo ha dejado claro la torpe respuesta que nuestras autoridades están dando a
la crisis económica actual, es que los profesionales sanitarios no podemos
seguir aceptando por más tiempo, lo habitual como lo normal, ni seguir pasando
consulta aislados de la mediocridad y la improvisación que impregna las
decisiones de nuestros gestores, mientras, como contraposición, nos exigimos
rigor en nuestra práctica clínica diaria. Acostumbrados a una obscena
politización de la sanidad, a la improvisación y a la ausencia de sistemas de
información transparentes y
objetivos, ha llegado el momento de
plantear, y exigir, alternativas reales que fortalezcan las estructuras y
garanticen la sostenibilidad a largo plazo de un sistema sanitario público,
equitativo, eficiente y de calidad (largo plazo: dícese del periodo de
tiempo que abarca más de un proceso electoral)
Para empezar, un
análisis riguroso de la realidad,
necesita de unos datos fiables en los que basar el verdadero
diagnóstico del problema. En este sentido, aunque, probablemente, existen datos
que, como meros números circulan entre los hospitales/centros de salud y las
administraciones, realmente no existe un
sistema de información en lo administrativo y en lo clínico que convierta esos
datos en verdaderos indicadores de eficacia, calidad y eficiencia. Las
comparativas de datos entre hospitales o centros de salud existentes en el
antiguo INSALUD han desaparecido con las transferencias autonómicas hasta
llegar a la absurda, pero normalizada situación, en la que no se considera una obligación de
buen gobierno hacer de estos datos un uso transparente, y de la rendición de
cuentas un hábito. Efectivamente, todo profesional sabe que sin un buen
diagnóstico es imposible dar un adecuado tratamiento y que la mala
planificación con objetivos alejados de criterios técnicos sólo da como
resultado un mal diagnóstico.
De este modo, consideramos imprescindible la creación de un OBSERVATORIO profesional e
independiente, que analice los datos
de nuestro sistema sanitario en base a criterios de eficacia de la práctica clínica, de eficiencia en la utilización de los recursos, y de equidad en el acceso de la población a
un sistema sanitario que, lejos de ser gratuito, pagamos entre todos con
nuestros impuestos.
Un
análisis riguroso de dichos datos debería hacerse, teniendo en cuenta, que los
resultados en medicina, perdónennos los mercados, se miden en salud, y no en
beneficios netamente económicos. Dicho esto, todos los economistas saben y la
propia OMS lo refleja, que la salud de una población, más allá de otras
consideraciones morales, es uno de los pilares sobre los que se asienta el
bienestar económico. El dinero adecuadamente gastado en salud es siempre una inversión y no un gasto.
Una
vez establecido que el análisis de los datos es un pilar para la mejora de
nuestro sistema sanitario, se hace imprescindible la existencia de AUDITORÍAS independientes que
certifiquen la veracidad de los datos para que la rendición de cuentas sea todo
lo transparente que un sistema pagado con dinero público debe ser.
Ni que decir tiene que el funcionamiento, tanto del observatorio
como de los órganos auditores, tienen que nacer de la independencia y el
conocimiento técnico, y que su parasitación política nos volvería a
conducir a diagnósticos y tratamientos erróneos.
Como referente cercano de priorización de políticas sanitarias
participativas y transparentes, tenemos el reciente ejemplo del mandato del
Gobierno británico a su NHS en relación al análisis de resultados en salud
denominado Patient Reported Outcomes Measures (indicadores y resultados por
centros en libre acceso en:
En
este sentido, consideramos fundamentales como Líneas
rojas o Principios irrenunciables de Buen Gobierno de nuestro sistema sanitario:
-Sistemas de
información veraces en lo administrativo y en lo clínico con indicadores de
calidad, eficicacia y coste-efectividad.
-Creación
de un observatorio independiente que analice y compare los datos.
-Creación
de un órgano auditor independiente que verifique los datos.
Una vez garantizados estos puntos, se hace necesario la
recuperación de los planes de salud donde se establezcan los recursos, los
objetivos y las prioridades, en un flujo de información desde abajo retomando el concepto de las zonas básicas de salud
como punto de partida de estos flujos bidireccionales que unen lo clínico con
lo gestor.
Con respecto a los órganos
directivos de nuestros hospitales/centros de salud, la Asociación Española
de Directivos de la Salud, SEDISA, acaba de publicar un informe que resalta el
inasumible problema de la politización de los directivos sanitarios, entre los
que el 70% considera que su selección depende más de su afinidad política que
de su formación en gestión.
En este informe, se pone de relieve la escasa autonomía gestora y “la
necesidad de establecer el perfil de los directivos como el de un profesional
de la gestión y no como un cargo político con una selección basada en el
explícito diseño del puesto de trabajo, estando sometido a una evaluación
objetiva basada en resultados asistenciales, económicos, de participación
profesional y de liderazgo social, dentro de un código de buena gestión
directiva”.
En este punto, compartimos
que la profesionalización de los
directivos y gestores de la sanidad pública son objetivos irrenunciables
en la dirección y gestión sanitaria.
Pero no solo basta con que
nuestros gestores sean buenos profesionales. Es imprescindible que nuestros
directivos sean nombrados y rindan cuentas de su desempeño, no a los políticos
de turno, sino a Consejos de Gobierno semejantes a los
Consejos de Administración de las empresas. Estos Consejos de Gobierno, de los
hospitales y áreas de salud, deberían estar formados por profesionales y
representantes de la sociedad, elegidos mediante un proceso transparente y
democrático en función de criterios técnicos alejados de la influencia de los
políticos.
Los jefes de servicio, como responsables últimos de la gestión más
cercana a los pacientes, y los propios facultativos
como responsables últimos de la variabilidad en la práctica clínica, deberían
ser también objeto de una evaluación del desempeño mediante criterios
transparentes y objetivos, incluyendo la recertificación de su competencia, que
permita garantizar a los ciudadanos unos estándares mínimos de calidad
asistencial. Instituciones como los Colegios de Médicos deberían tener un papel
protagonista en este punto.
Como resultado de estas deliberaciones, debemos exigir como Líneas rojas o o Principios irrenunciables de Buen
Gobierno de nuestro sistema sanitario:
- La
despolitización y profesionalización de los directivos y gestores de la
sanidad pública.
- La creación de Consejos de Gobierno en Hospitales y Áreas
de Salud, que deberían ser responsables del nombramiento y evaluación del
desempeño de los directivos sanitarios.
- Los profesionales sanitarios, incluyendo los Jefes de
Servicio, deben ser, igualmente, evaluados de manera objetiva y transparente.
En esta evaluación, junto a los directivos sanitarios, los Colegios de Médicos
deberían tener un papel protagonista.
Consideramos todos estos
principios básicos de buen gobierno como los pilares fundamentales para la
sostenibilidad de nuestro sistema y su exigencia debería pasar a formar parte
del ideario que, como profesionales preocupados por el futuro de nuestra
sanidad, llevemos implícito en nuestras futuras demandas.
Seguimos debatiendo.
Seguimos trabajando. Seguimos soñando realidades.